Aún recuerdo aquella fecha. Mi hijo era y es un devoto del fútbol y, sobre todo, un forofo del Real Zaragoza. Esto pienso, le viene en la sangre. No por mÃ, sino por mi padre. El tema futbolero se saltó una generación. Siempre digo que mi padre falleció muy pronto o mi hijo nació muy tarde. Si hubieran coincidido mi padre menos enfermo, mi hijo más mayor, habrÃan disfrutado de lo lindo con su Real Zaragoza.
El hecho es que la tarde anterior a la gran proeza, nos desplazamos a ParÃs. La Avenida de San José y parte de Tenor Fleta estaba sembrada de autobuses que iban a conquistar la capital de Francia. El ambiente era extraordinario. Tráfico cortado. Cientos de gentes alrededor de los vehÃculos. Banderas desplegadas. Cantos guerreros. ParecÃa como si el pueblo saliera a despedir a las huestes que se disponÃan para la batalla.
"ParÃs bien vale una Misa" y ParÃs y el Real Zaragoza, mucho más. Bien merecen las largas e interminables horas aprisionados en un autobús sin apenas espacio.
La luna nos acompañó de noche velando los sueños de quienes se rendÃan por el agotamiento. Agradecimos, después, la luz de la madrugada que se asomaba, poco a poco, entre los estores de las ventanillas. Unos se desperezaban, otros intentábamos estirar las piernas hacia horizontes infinitos que se terminaban justo en el asiento de delante.
Una alegrÃa. Parada y fonda. HabÃamos llegado a un área de servicio. Multitud de autobuses blanquiazules reposaban sus esfuerzos sobre una inmensa explanada. Por sus fauces cientos de aficionados perfectamente uniformados salÃamos corriendo para reparar fuerzas. Allà me aventuré. Desparramé mi torpe francés, aprendido en mis tiempos de colegio, sobre la barra del bar y, " et voilà !". Dio resultado. Luego, desentumecimos las miradas y de nuevo hacia nuestro bajel bucanero, al abordaje de la Ciudad de la Luz.
ParÃs nos recibió con una enorme sonrisa . Amplias avenidas, espacios abiertos, edificios abuhardillados, puentes imperiales horadando el Sena... Hechizos bohemios y devotos, en cada esquina.
Los campos ElÃseos fue nuestro lugar de concentración antes del comienzo de la batalla. Algún escarceo con los de la Pérfida Albion y reencuentros con compañeros de rezos, hermanos cofrades, que hacÃa mucho tiempo que no habÃamos coincidido.
Llegó el momento. Todos conocemos el final. Nayin lanzó un chupinazo al cielo y estalló la fiesta. Todo se transformó. Un hervidero de cantos, abrazos, alientos, complicidades se adueñó de la noche.
Después el regreso. Agotados, deshechos por el cansancio pero rebosantes de victoria. Los kilómetros que nos separaban del hogar se hicieron más livianos. Grandes carteles sembrados por las autopistas nos saludaban como a héroes que regresan después de la contienda.
Al dÃa siguiente la Plaza del Pilar. Cientos, miles de aragoneses les gustara el fútbol o no, estábamos allà para rendir fuerza y honor a los verdaderos protagonistas. Nuestros bravos gladiadores.
Hoy, veinticinco años después no podemos retomar de nuevo las calles, las plazas. Nuestro rostro no va solapado tras una bufanda zaragocista sino tras una mascarilla azul y blanca. Nuestro ánimo, también en lo deportivo está confinado en la categorÃa de plata... Pero de todo se sale. Y de esto también.
Al final lo lograremos. Derrotaremos al virus. Sembraremos esperanzas. Seremos de nuevo sublimes, aventajados. Y encauzaremos nuestro futuro, madurando nuestro presente y mirando de reojo a nuestro pasado... porque, "siempre nos quedará ParÃs".
5 Comentarios
Siii, qué recuerdos... yo no soy futbolera pero allà estuve, en la Plaza del Pilar, con mi hijo que por entonces tenÃa 15 años. Ha llovido un poco desde entonces. ¡Aúpa! el Zaragoza a primera.
ResponderEliminarAúpa.
ResponderEliminarQue bonitos recuerdos. Ojalá nos llegue pronto otro Nayin en medicina
ResponderEliminarOjalá y le meta un gol al virus por toda la escuadra.
ResponderEliminarOjalá y le meta un gol al virus por toda la escuadra.
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