Ayer, cinco de junio fue el día mundial del medio ambiente.

 Es una pena que tengamos que etiquetar todo para recordarlo. Parece que el alzheimer se está apoderando de la humanidad a pasos agigantados.

Hay conmemoraciones que se pueden pasar por alto. O evocarlas cuando ya han transcurrido varias jornadas. Pero esta fecha no. Este día tendría que ser recordado los 365 del año. Nos va en ello la vida.

Esta pandemia ha dejado al descubierto muchas vergüenzas. No voy a hablar de decisiones desacertadas, no quiero mencionar las broncas y los desencuentros, no deseo disertar sobre hechos pasados que han marcado el presente y espero que no, el futuro.

Pero también este contagio nos ha traído cosas saludables. Le hemos dado una pequeña tregua al universo. Se ha depurado el ambiente, se ha relajado la contaminación, el mar se ha bañado en aguas más cristalinas, los animales han conquistado el asfalto, la naturaleza ha rezumado fortaleza...

Todos creíamos que esto nos conduciría a la reflexión.  Al inicio de la cuarentena, pensábamos que sería el comienzo de algo importante. El cambio que necesitábamos. Pero nos olvidamos de algo esencial. Quien tenía que dar ese paso era el hombre y, por desgracia siempre,a lo largo de la historia, ha tropezado dos, tres y hasta setenta veces siete en la misma piedra.

Sólo hay que salir a  la calle. Nos despojamos de la frágil armadura que hoy nos protege y la vamos arrojando por las esquinas. Mascarillas, guantes se van acumulando como desechos contaminantes por las aceras. El mar se va llenando de los nuevos inquilinos que le proporciona el ser humano. No aprenderemos.

Mientras, el cielo brama llanto sobre la humanidad. Los ríos abandonan sus cauces. Las temperaturas destrozan sus propios records. Cada mes es más tórrido que el anterior y menos que el siguiente. Auguran que vamos a padecer un verano con episodios sofocantes.

La tierra está agotada. No puede más. Sus bosques, sus ríos, sus mares, sus montañas necesitan también, como en esta epidemia,  pulmones ventilados . Si no, se asfixiará y nosotros con ella.

Démosle cancha. Hagámosla revivir.