Antes que nada, pido disculpas a todos los fanĂ¡ticos del Ă¡lgebra, los quebrados y los mundos de pi, pero reconozco que lo mĂ­o no son, ni serĂ¡n jamĂ¡s los nĂºmeros.

Paradojas de la vida, para ganarme el sustento fui domador de balances, cuadrando asientos y contabilizando letras de cambio. Pero lo que realmente me apasionaba, antes que un triste y frĂ­o algoritmo, era un rima, un verso... Mas los garbanzos, amig@s mĂ­@s  no saben, ni sabrĂ¡n nunca de poesĂ­a.

Desde pequeños nos los intentan meter por ojos y oĂ­dos: " uno por uno es uno ", "uno por dos es dos..." . LetanĂ­as monĂ³tonas y aburridas. Infinitos trazos de tiza chirriando sobre la opacidad de la pizarra.

DecĂ­an que eran el futuro. Que sus conjuntos eran siempre infinitos. Por eso pretendieron ganar un puesto destacado en el cuadro de honor del Olimpo de los dioses. Y para ello, echaron un pulso al latĂ­n, a las algaradas de Viriato por Hispania, al cabo de Finisterre y a todo lo que se les pusiera por delante. Y, poco a poco, suma que te sumarĂ¡, escalaron muy pronto la cima.

Ahora son insustituibles. Comentan que puede mĂ¡s una buena  trigonometrĂ­a que el mejor de los tratados filosĂ³ficos. Me aclaran que esto que estoy escribiendo con frases llenas de significado, en realidad son tan solo ceros y unos en cĂ³digo binario.

Lo dicho. Son frĂ­os y calculadores. Capaces de suplir la pasiĂ³n de dos amantes por la apatĂ­a de una pareja de raĂ­ces cuadradas, elevadas a la quintaesencia.

Los hay naturales, enteros, racionales, reales, complejos, gaussianos, trascendentes, cardinales, ordinales.. y hasta romanos. Una amalgama de potencias, sumas y restas, logaritmos, progresiones que nos aturden y embarullan.

Por contra se soportan muy mal entre ellos. No hay unanimidad. Son complejos y absurdos. Soberbios y maleducados. Siempre llevĂ¡ndose la contraria: par, impar. Positivos, negativos. Reales, imaginarios. Primos, compuestos. Propios, impropios...

Pero, por desgracia, todo gira en torno a ellos. Todo va bendecido por sus guarismos  Desde el dĂ­a en el que estamos, hasta el dĂ­a en que nacemos. Desde el nĂºmero del portal de nuestra calle, hasta el hĂ¡bitat natural de nuestro rellano. Siete son los pecados capitales o las maravillas del mundo. Doce eran los apĂ³stoles o los signos del zodiaco. Tres fueron los mosqueteros y las hijas de Elena... Todo, absolutamente todo es como un baile absurdo y disparatado de cifras.

Por mucho que sean notables en nuestra vida siempre los mirarĂ© con recelo. No me gustan, lo reconozco.No nos llevamos bien. Nos guardamos respeto, sin mĂ¡s, y si puedo, los evito. MĂ¡s aĂºn cuando parece que todo lo dominan, que todo lo abarcan,  que son Uno y Trino.

Por eso quiero y debo reivindicar la belleza de las sĂ­labas, el sonido de los acentos, el significado variopinto de las palabras. Por eso os lo cuento. Vocablo que implica por igual un cĂ¡lculo que una narrativa.

Para que se vayan enterando esos simples dĂ­gitos de pacotilla. Que si sus fĂ³rmulas te enmarañan en hileras interminables, el humanismo te allana la mirada. Que si sus cuentas se elevan a la enĂ©sima potencia, el pensamiento te transporta directamente al infinito.




" Y nos dieron las diez " - JoaquĂ­n Sabina