En estos días de libre albedrío en los que, bajo férreo marcaje, haces lo que te viene en gana, el cuerpo se relaja y la voluntad se disloca, hasta convertirse en desatino.

La noche, envuelta en picardías y sabedora de la debilidad que por ella siento, me incita a permanecer en compañía, a mantenerme despierto. Al final, el cansancio de no hacer nada, el bostezo de un aburrimiento, logran apagar mis párpados y serenarme entre sueños.

Cuando más a gusto permanezco en los brazos de Morfeo, un rayo de luz impertinente se cuela por el resquicio de la persiana y me da los buenos días...

Me levanto y una de las primeras cosas que hago, a parte de saludar a quien quiera oírme y de atusar mis cabellos, los pocos que me quedan, es buscar a mi  fiel compañero. Camarada de misterios, repicador de arrebatos, solícito atajo en el tiempo, vocero de propios y extraños.

Cuando activa su reclamo, música suave, vibración sensual, tono melodioso, me apresuro, inquieto, a interpelarle. A descubrir quien se esconde entre sus ojos, quien se aferra a sus sonidos, quien rodea mis mañanas.

Con él, un saludo, un buenos días, un qué tal estáis, nunca falta. Con  él, podemos compartir la guitarra del maestro, la voz de un vídeo acompasado,  la gracia de un chiste ocurrente. Los besos, los aplausos, las risas formando emoticonos.

Gracias a su técnica hechicera conseguimos viajar sin salir de casa, escribir sin tinta ni papel, amar en la distancia, estar juntos aun estando separados. 

Ya sé que a veces, las más, nos arrastra, nos narcotiza, nos hace dependientes.  Pero gracias a su tenue luz, a su canto de sirena, a su condensador de ilusiones, estos días, es el vínculo indispensable que nos une. Que nos aproxima, que nos abraza.

Por todo ello Alexander Graham Bell y Antonio Meucci, gracias. 

Gracias por vuestro invento. Que no pare de sonar. 



" Unchained Melody "- Elvis Presley