Una doliente realidad
_ Inteligente, servicial, bondadosa…posee todas las virtudes que la Naturaleza ha tenido a bien concederle, pero…
_ Los años han ido pasando, aunque no muchos, pero los suficientes para darse cuenta que dicha Naturaleza no le fue pródiga con los dones del atractivo personal; y en el presente, mirando al espejo de mis ojos, veo en los suyos una mezcla de dulzura y tristeza que arrancan de lo más profundo de su ser.
_ La belleza, esbeltez, encanto y demás caracterÃsticas fÃsicas que engalanan la superficialidad de una mujer, lo que hacen de ella una campana al viento en permanente son, es lo que, para su desgracia terrenal, su hada le ha negado; es por ello que en la oscuridad de las noches en ausencia, se apena y en silencio gime en brazos de la soledad.
_ ¡Qué gran desventura es, nacer destinado a vivir sin la convivencia en la intimidad!
_ En un mundo donde la materialidad cambiante predomina en perjuicio de los valores consistentes del alma; en el que el placer por deshojar la belleza hasta afearla es lo que se pretende con ardor, aunque luego suceda lo que a las flores que pronto envejecen aprisionadas en un jarrón. Sus almas quedaron en sus plantas de donde las cortaron para adorno, pero nunca por amor.
_ Este es el episodio que vive y sufre esta mujer. Yo la miro valorando su valer y admirando su saber, pero no me es posible espantar su desolación; nació bastante después, y mi viejo cuerpo ya no causa satisfacción. En su presencia yo siento una pena inmensa, rabiosa dirÃa yo, pensando en que nada puedo hacer, salvo comprenderla aunque nada más me lo diga con esos ojos en los que veo escrito: Misericordia, Señor.
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Mozota (Zaragoza)8 de mayo de 2.020
Tartesio
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