Juan y Ana, dos seres algo solitarios, iban buscando algo más que cubrir su soledad.  Querían dar más sentido a sus vidas. Los dos tenían mucho que dar y recibir. Tenían en su interior cariño acumulado a lo largo de los años. 

Era un cálido verano cuando se conocieron,  como fueron cálidas sus emociones. Conectaron bien. Juan recuerda las palabras de Ana : "siento buenas  vibraciones contigo, Juan ". Así fue como surgió la  chispa que  encendió su fuego amoroso. 

Comenzaron a salir juntos,  para ir a cafeterías, cines y bailes. Una esperanza comenzaba a dar más brillo a sus vidas. Y también comenzaron a viajar. Juan recuerda aquella Nochevieja, recibiendo el año nuevo en la terraza del hotel, brindando con  dos copas de champán a la luz de la luna. De regreso a casa decían en broma y sonriendo imitando la famosa frase de la película Casablanca, : " siempre nos quedará Benidorm", en vez de "siempre nos quedará  París".También fueron  a Puntacana,  y disfrutaron de su cálida playa y su mar verde esmeralda.

Parecía que iba todo de maravilla, con sus más y sus menos como en cualquier relación. Pero un día,  Ana comenzó a sentir que su cuerpo no funcionaba del todo bien. Fue a hacerse una revisión.   Juan recuerda las palabras del médico que le cayeron como una losa : " tiene un  tumor muy maligno ".  La operaron de cáncer de ovarios. Antes de operarla, Juan se había prometido, si salía bien de hacerle un viaje que a Ana le iba por la cabeza. La operación salió bien.  Ahora vendrían las sesiones de quimioterapia.  Se le empezó a caer esa bonita cabellera.

Se compró una peluca que le caía bien. Fue llevando esta situación adelante. Era como un resorte, que le empujaba. Por la noche, cuando se quitaba la peluca, y veía su cabecica pelada, parecía una niña. En el fondo conservaba esa imagen. Juan enternecido, contenía su emoción. 

Comenzaron las sesiones de quimioterapia.  Ella iba tranquila. Y alguna vez después de la quimio iban a un bar y se metían al cuerpo un plato de jamón y queso con un vaso de vino tinto. En una ocasión que tenían que darle una dosis, el oncólogo, después de haber visto los marcadores, le dijo que no hacía falta. Ella le dijo sonriendo: " me puede dar el chute, pues he venido para  eso, y estoy preparada". Otro día, cuando el médico le iba a dar el resultado del marcador  de la enfermedad,  Ana le dijo : "Juan tiene más miedo que yo"
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Ana tenía una admirable disposición anímica. Como la cosa iba bien,  Juan aprovechó para hablar a Ana del viaje. Ana le dijo que le gustaría ir a Cuba. Juan no se lo pensó y preparó el viaje.  Ana disfrutó como nunca de ese viaje. En la planta 20 del hotel Habana Libre, bailaron como dos eternos enamorados.

 Recordaron este viaje como el mejor. Habían pasado cuatro años desde que la operaron. Iba a las revisiones.  Pero en la última,  ya no se sintió bien. Había empeorado. Volvió a ingresar en la clínica. Juan no se separaba de ella.  Dormía en un sofá cama de la habitación. Pasaron  diecisiete días seguidos.  Era verano. Ana terminó su último viaje aquí en la tierra.          

Han pasado 12 años.  Juan alguna vez hace un viaje a su interior y piensa que ella le enseñó a vivir, y a saber llegar al final. Siempre le quedará su sonrisa y su positiva visión de la vida. No pudo impedir lo imposible,  pero pudo realizar un viaje, por el deseo de un viaje prometido.             

  RBC