Fue como en un cuento de hadas. Princesas y caballeros.

El viento rugía insolente, en las afueras de Palacio. Sus continuas bocanadas embarazaban simientes de flor,  que se esparcían por el verdor de la pradera.  Y entre su polen, su aliento de vida,  surgía un nombre apresurado. Coral l'Albada.

Se adivinaban historias. Se anunciaban Cancioneros. Sobre el lomo de piel cobriza, cincelado en oro, un nombre dirimía su argumento: Juan del Encina. "Ay, linda amiga".

El pesado portón que lo cubre, se iba abriendo lentamente. En su interior dejaba entrever páginas saturadas de ilusión. En un descuido, el viento, omnipresente, se apresuró entre bisagras y se escondió sigiloso bajo el dintel de la puerta.

Las estrellas sostenían su esplendor entre un cielo de filigranas.  Y a lo lejos un susurro de flautas iba plasmando bocetos de luz y de armonía.

Pronto se acompasó el silencio. Y al murmullo de la música se unieron voces y alientos. Y entre sus cálidos tonos un ramillete de frases, de sentidos, de esperanzas recorrió todas las páginas del libro.

Distintivos entre columnas, representaban juglares. Cantores de letra y verso que iban tejiendo una historia de amor doliente. Quejidos roncos de pena. Tristezas gritando lejanía.

Al final de nuevo, el viento.  Sus ráfagas agudas revoloteaban desengaños. La soledad se desperezaba sobre la noche oscura del alma. Y casi, con desgana, se iban cerrando las puertas de este cuento imaginario.

Merece la pena escucharlo. Merece la pena verlo. Mil veces, no. Un millón. Porque la tenacidad y el esfuerzo unidos al quehacer de un buen proyecto, transforman, por la magia de la música,  a las personas de bien, en princesas y caballeros.





Coral l'Albada interpreta la obra del Cancionero de Palacio "Ay, linda amiga" de Juan del Encina (sigloXVI),
grabándola desde sus casas debido al estado de alarma de la pandemia de la COVID-19. Dedicada a todos los héroes anónimos que tanto han ayudado a salvar vidas.

Zaragoza, 26 de Mayo de 2020