Le llaman el síndrome de la cabaña. Dicen que es una consecuencia a posteriori del maldito virus. No sé si es contagioso. No sé si se amontona en el pasillo, en el salón o en la cocina. Pero, temo que me ha infectado.
Dicen que es síntoma de fareros que andan todo el día oteando el horizonte. Viendo cómo el firmamento se despereza sobre el mar. Desde su atalaya dominan y advierten, protegen y ayudan. Y se sienten agobiados cuando tienen que abandonar su puesto de vigía cósmico para bajar a la cruda y mundana realidad.
Hablan que lo padecen los guardabosques, perdidos entre espesuras. Acostumbrados al baile silencioso de las ramas con el viento, seducidas por su armonía. Al abrazo enamorado de los árboles que se sienten custodiados por sus miradas. Ellos, encumbrados en sus torres centinelas, les guardan, alientan y advierten cuando, asfixiados por el humo, respiran llamaradas asesinas. Y se angustian cada vez que tienen que bajar a tierra para acorralar el fuego expandido por el hombre.
Nos cuentan que afecta a la gente de edad que encuentra en su hogar, su fortaleza. Esa que ningún virus maligno asaltará. Advierten que también ataca a los niños. Que entre cuentos y nanas, luces y llantos sueñan pesadillas de hombres del saco y virus agazapados en cada esquina. Mas están tranquilos. Saben que su hogar está protegido por sus héroes favoritos, sus mamás y sus papás. Contra esos titanes no hay quien pueda.
Y también ataca a personas como tu y como yo. Gente normal, sensata. Esa que desea volver pero sin locuras. Que quiere normalizar pero sin darse prisa. Que piensa, medita, estima y , a lo mejor, hasta tiene miedo.
A esos que sueñan con la brisa del mar, con el verdor de los bosques, con la sabiduría de los ancianos, con la inocencia de los niños. Que saben vivir con lo poco que les rodea. Su reducido grupo de amigos. El abrazo eterno de los suyos. Sus aficiones, sus habilidades, sus logros, sus desvelos.
También eso es libertad en estado puro, aunque se diluya entre cadenas.
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" Al lado de mi cabaña " - Música de Castilla y León
2 Comentarios
Cómo me lees el pensamiento, aunque tus escritos siempre lo superan.
ResponderEliminarQue maravillosa reflexión, Juan. En una sociedad en la que todo se etiqueta.
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