Bueno, en realidad no ha sido asÃ. No me he olvidado de ello. He felicitado a mi compañera, la madre de mis hijos. He desparramado mis saludos por los distintos chats a las amigas y conocidas y me he acordado de la mÃa.
No. No me gusta que etiqueten nuestros sentimientos: dÃa de la madre, dÃa del padre, dÃa de la música, dÃa de pi... Cada uno sabe cuándo, dónde y por qué tiene que festejar y de quien tiene que acordarse.
Estas jornadas marcadas con negrita, rojo y subrayado en las hojas del calendario me hacen sentir amnésico perdido. Son como un aviso en el móvil de la vida que tintinea con fuerza para que la cita no se te pase por alto.
Yo, como vosotros, sé que recordamos sin fecha, diariamente, a nuestras madres. Esos seres maravillosos que nos cuidan y protegen. Que dan todo por nada. Que alivian nuestra carga, sosiegan nuestro esfuerzo, mecen nuestros sentimientos.
Esas heroÃnas, ahora que tan de moda se ha puesto el término, que no llevan capa, ni mueven objetos, ni echan fuego por la mirada. Que simplemente triunfan con un beso al despertarnos, con un abrazo al despedirnos, con una sonrisa cuando regresamos, con un perdón antes de pedirlo, con un amor eterno, infinito.
Cuántas veces, todos los dÃas, necesito su cercana lejanÃa, anhelo su presencia. Y en momentos tan delicados como estos que estamos atravesando, la adivino en la distancia, firme, audaz ofreciéndome su ayuda, contagiándome su valor. De nuevo me siento ese niño que busca en ella su refugio, que se esconde, temeroso, entre sus brazos, que protege su miedo junto a sus desvelos. Ese niño que ansÃa sus besos para sentirse fuerte, su cariño para creerse firme, sus caricias para hallarse seguro...
El homenaje a nuestras madres es y será siempre eterno. Los trescientos sesenta y cinco dÃas del año.
Buenas noches, mamá.
José José - Madrecita del alma querida
1 Comentarios
Que bonito, tenemos el mismo pensamiento con los etiquetados
ResponderEliminar