Tarde de lunes.

 Aulas cerradas. Sillas vacías. Teclado mudo. Música ausente.

Ya no hay dos tempos, ni tres, ni cuatro. Todo se mide por notas de riguroso luto. 

Corcheas huérfanas de partituras. Compases divididos por abruptas barricadas. Pentagramas baldíos de líneas paralelas...

En estos días todo  se ha vuelto mudo, todo se ha hecho ausencia. Tan sólo los cantos de los pájaros en las ventanas, los trinos de la gente en sus jaulas de pladur, las voces de músicos que zozobran por un mar de redes, han logrado elevar al cielo un  destello de armonía.

Lo demás silencio, aislamiento, silbo fragmentado, solista único de una atormentada aria...

 Pero más pronto que tarde, llegará un tiempo en el que, las viejas notas confundidas entre alambradas, formarán poemas. Y del esfuerzo unánime de miles de gargantas, guiadas por la batuta mágica de la ilusión, surgirán sopranos, renacerán tenores, bajos y contraltos elevarán su voz. Y un coro de cadencias fusionadas al unísono, entonará desempolvadas melodías.

 Nos regalarán de nuevo, la frescura de un ritmo, el aliento de un acorde, el sosiego de una balada, la paz de una canción. Todo ya se volverá música.

El tiempo de la tribulación habrá llegado a su fin.



Bravo por la música - Juan Pardo