Los muros de las casas ya agobian y casi sin quererlo nos van oprimiendo cada dÃa un poco más.
El sendero que marcan nuestras huellas por la rutina del hogar se va haciendo cada vez más empinado, más tortuoso.
Pero no desfallezcamos. Hay que volver a aprender todo lo desaprendido . Hay que sacarle partido a estas horas echadas a perder. Si el viento de la mañana se vuelve huracán, tenemos que ser cortavientos que amaine y apacigüe su fuerza.
Demos la vuelta a la tortilla.
Y si el destino caprichoso ha querido que repasemos una y otra vez los recovecos de nuestras casas, hagámoslo. Saquémosle partido...
Un museo se adivina en nuestro lar. Tenemos que admirar los cuadros que cuelgan de nuestras paredes. Descubrir con quietud sus colores, sus figuras, sus trazos. Detener nuestra mirada, reposar nuestro reposo y contemplar como si estuviéramos en la mejor pinacoteca. Allà estarán expuestos nuestros lienzos, nuestras láminas, nuestros retratos y hasta esos dibujos abstractos que plasmaron nuestros nietos.
Nuestro hogar sigue teniendo rincones que recorrer, tesoros que rebuscar. Seguro que por algún cajón, en algún sitio recóndito se esconde ese recuerdo que ya habÃamos olvidado. Ahora que tenemos tiempo infinito busquemos nuestro pasado, aliviemos nuestro presente, soñemos nuestro futuro.
Nuestro restaurante favorito se encuentra en casa. Allà cocinamos siempre de rutina y casi nunca nos hemos parado a restaurar de verdad.
Las cacerolas bullen al ritmo de los fogones. Las viandas se apasionan sobre el calor de la lumbre. Y el olor a pan recién cocido emerge del horno e inunda toda la estancia.
El mantel recién planchado, la vajilla preparada, los cubiertos alineados, un vino recio, unas copas acordes para la ocasión, harán de nuestra cocina un firmamento de estrellas Michelin.
Hemos reservado la mejor suite del hotel. Justo al lado, atravesando el pasillo. Allà con mimo y decoro nos han preparado la habitación. Nuestro albornoz, muestras zapatillas, nuestros geles de baño, nuestra ducha reparadora. Y si queréis hasta nuestra botella de champán sobre la mesilla.
Al atardecer, descansamos nuestros ojos contemplando las vistas que se adivinan tras la ventana. La imaginación, de nuevo, se vuelve firme aliada. Ya no se esconden tras los visillos la misma calle mal iluminada o el mismo patio de vecinos. La magia del encanto nos transporta, sin movernos, a la Torre Eiffel, al Partenón o al Kilimanjaro...
Dejemos trabajar a nuestra fantasÃa. Ella transformará nuestro hogar en un palacio. Nuestra monotonÃa en renovada ilusión. Nuestro encierro en libertad.
Todo es soñar, pues soñemos.
"Mi casita de papel" - Radio Topolino Orquesta.
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