En nuestro entorno, la orden de confinamiento se lleva a rajatabla. No hemos pisado la calle desde hace,creo, cinco semanas. Ya no sabemos como estarán las baldosas fratricidas que se nos apartaban, burlescas, a cada paso que dábamos. Desconocemos si el bordillo tenebroso que se resistía a ser rebajado sigue mostrando sus altivas intenciones. Ignoramos si en el patio de vecinos se ha hecho alguna reunión virtual o si la señora de la limpieza sigue acumulando felpudos.

Todos quietos,  todos recluidos tras la puerta. Como mucho, una bocanada de brisa en la ventana. Una mirada vigilante tras los cristales y una pausa a las ocho  para lanzarse por bulerías.

Mas la vida continúa. Tenemos que sobrevivir. Hay que aprovisionar bien la despensa por lo que pueda pasar.

Como hemos decidido, junto a la cautela y a la autoridad competente, no salir para nada de nuestro entorno, tenemos que hacer fila virtual en el ordenador para realizar la compra.

En la lista,  siempre se esconden  tras las frutas y verduras, tras las carnes y pescados,  algún vino acogedor y más de una cerveza camuflada.  Luego,  como buen español, no puedo dejar de surtirme con un generoso cargamento de harinas y levaduras. Creo que, en estos días,  cada hogar es una tahona, cada disimulo, una barra de pan.

Pero realizar el pedido encubre frustración. Recorres a golpe de ratón las tiendas, mercados y grandes superficies y no tienes grietas por dónde colarte y desplegar tu catálogo de viandas. Hay que actuar con pericia...

Ahora, cuando el reloj insolente marca las tres de la madrugada, he podido introducirme en el super  on line de mi barrio global. A esta hora, con nocturnidad y alevosía, la saturación de las listas de reparto se relajan. Se descuidan. No vigilan, dejan huecos. Y entonces es el momento... Consigues que tu compra se haga sitio entre listas de espera. 

Lo he logrado. El éxito de la estrategia... Dentro, tan sólo,  de una semana atenderán mi pedido... 

Pero la alegría nunca es completa: las levaduras y las harinas, agotadas. Tendré que renunciar, muy a mi pesar,  a mi estrenado oficio de panadero.




" La lista de la compra " - La Cabra Mecánica