Hacerse menudo, pequeño y correr atolondrado hasta encontrar un consuelo. Buscar una mano amiga que acaricie tu cabello, una palabra certera que sosiegue tu tristeza. Esconder tu rostro temeroso en el regazo firme de una sonrisa. Encontrar el aliento materno que disipe tus pesares con el canto de una nana. Sentir la fuerza aguerrida de un latido paterno, atalaya siempre firme, refugio en la adversidad.
Te sientes mucho más seguro, más firme, más audaz. Sabes que puedes caminar decidido, porque ellos te cubren las espaldas. Que puedes saltar, arriesgar, volar porque sus manos te acogen cuando caes y sus besos alivian tus heridas.
Qué bien estás junto a ellos. AcamparÃas en sus prados para siempre. DescansarÃas tu cansancio en los brazos de su amor... Pero tienes que regresar. El tiempo te reclama.
Ya has surtido tu granero de impulsos de la niñez. Ya has acaparado esfuerzos en el auge de tu mirada. Ahora te toca repartirlos entre tus hijos, tus nietos, nuevos alientos de vida a los que hay que proteger, en estos tiempos de tribulación.
Antonio MachÃn - " El huerfanito "
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