Organizar las mochilas. Cepillar bien los abrigos, desenredar bufandas...

El olor a naftalina ha impregnado sus costuras. La  tortura del perchero ha deformado sus cuerpos. Y su calidez interna se ha enfriado entre nostalgias. 

Hemos perdido la cuenta, no sabemos cuánto tiempo  y nos cuesta recordar cuándo fue la última tarde que olvidamos los amigos en el patio del colegio.

Pronto  a la calle, otra vez. A pisar de nuevo el césped, a jugar a escondecucas tras la complicidad de un árbol ...  No.

Nos hablaron al principio de ser simples recaderos. A la farmacia o al banco... A negociar arrebatos de cifras que se descuadran. Hablar con el director: de hombre a hombre pequeño. Para que mire hipotecas y revise bien los saldos.  Porque mis padres están, cosas del virus maldito,  emparejados de Ertes y no pueden reintegrarse.

Luego nos piden perdón y rectifican. Qué bueno es rectificar - dicen también que es de sabios - y aumentando la distancia y alargándose en el tiempo, nos dejan jugar a ser niños. Podremos saltar, correr, perseguir la pelota, montarnos en patinete... Sobre las frías aceras, entre adoquines y asfaltos.  Midiendo bien la distancia: metro y medio o medio metro.

Los columpios, toboganes tienen que seguir confinados. Nuestros parques en cuarentena que son espacios abiertos. Nuestros árboles aturdidos por hacer inútil su sombra...

Queda muy poco, zagales. Iros ya mentalizando que el domingo está muy cerca y pronto pisaréis las calles.

"¿ Podré volver  a buscar  anhelos que se quedaron, anclados entre parterres y por el parque olvidados ? "."No hijo, por ahora no. Tenemos que ser muy prudentes".

 " Pues sabes que te digo papá, que esto así,  no me interesa..." 



"Que canten los niños" José Luis Perales